EB 05: Séneca acerca de la amistad y la muerte (extra ball)

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El proyecto de las cartas de Séneca y el estoicismo en Zetatesters continua. En esta ocasión las cartas 3 y 4 a Lucilio las han leído Coke (Jordi López) desde Montevideo y Dani Amo desde Badalona. Ya nos contareis que os parece escuchar nuevas voces encarnando a Seneca. Carta 3 de Séneca a Lucilio, sobre la amistad. Saludos amigo Lucilio, Vamos a ver Lucilio. Le has encargado que me entregue una carta a alguien que llamas“amigo tuyo”. Y me adviertes que no comente con él nada referente a asuntos que te incumban a ti, puesto que tu tampoco sueles  hacer confidencias con el. Así, que a la misma vez, me estas diciendo que esta persona es tu amigo y que no lo es. En efecto, si utilizaste la palabra “amigo” en un sentido un tanto general, de la misma forma que de diríamos que el candidato a un cargo político es un  “caballero honorable”, o así como cuando saludamos llamando «Señor» a quienquiera cuyo nombre se nos escapa, de acuerdo. Vaya, que tiene un pase. Pero si realmente consideras como amigo a alguien en quien no confías tanto como en ti mismo, te equivocas rotundamente y es que no conoces suficientemente la fuerza de la verdadera amistad. Creo que deberías poder hablar sobre cualquier cosa con un amigo. Pero sobretodo debes poder hablar acerca de él mismo. Una vez habéis establecido vuestra amistad, debéis confiar el uno en el otro. Pero antes de establecer esta amistad, debes juzgarla. No hagas como los que invierten el orden de las cosas, violando los preceptos de Teofrasto. Que  juzgan después de hacer un amigo, en vez de entablar la amistad una vez se ha evaluado a la persona. Tomate tu tiempo reflexionando sobre si debes aceptar o no a alguien como tu amigo. Pero cuando así lo decidas, acógelo totalmente en tu seno, dialoga con él con la misma determinación con que lo harías contigo mismo. En cuanto a ti, vive de tal modo que nada guardes en ti que no pudieras confesar incluso a un enemigo. Pero como pasan cosas que la costumbre establece que permanezcan secretos, comparte al menos  con tu amigo tus inquietudes y pensamientos. Trata a tu amigo como a alguien leal, y harás que sea leal. Algunos, en cambio, temiendo ser engañados han enseñado a engañar. Y mediante la sospecha, han legitimado que su amigo les traicione. ¿Porqué razón debo contener, aún que sea una sola palabra delante de mi amigo? ¿Porque no debo comportarme ante mí amigo como lo haría en privado? Algunos cuentan al primero que se cruza en su camino cosas que sólo se podrían confiar a un amigo. Y se desahogán contando lo que les preocupa al primero que les escucha. Otros, por el contrario no confían ni en sus seres más queridos y, si así lo pudieran, no confiarían ni en ellos mismos. En su profunda intimidad todo enclaustran en secreto. No te aconsejo ni lo uno ni lo otro.  Ambas actitudes son nocivas: confiar en todos, no confiar en nadie. Si bien lo primero es de incautos e ingenuos, mientras que lo segundo es más prudente. Así mismo ambas actitudes son igualmente reprehensibles, tanto aquellos qué están siempre inquietos como aquellos que permanentemente se reposan. En efecto, el gusto por el tumulto no es actividad, sino agitación de mentes exaltadas. Tampoco es reposo la situación en la que el mínimo movimiento se juzga penoso, sino dislocación y languidez. Por ello, he aquí lo que leí de Pomponio [2] para grabar en el alma: «algunos se refugiaron en las tinieblas a tal punto, que creen turbio todo aquello que se encuentra en plena luz.» Ambos estados deben mezclarse: a los pasivos deben actuar, los inquietos deben reposar.

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